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Feliz cumpleaños, Apache

Ayer cumplió años -32, concretamente- Carlos Alberto Martínez Tévez, el Apache. Probablemente, uno de los futbolistas argentinos más peculiares de los últimos tiempos.

En este espacio personal que me ofrece Reyournal no voy a hablaros de sus hazañas; muchos sabréis, incluso mejor que yo, sobre su manera de jugar y lo mucho que le ha costado llegar a ser quien es sin desmoronarse.  Hoy voy a hablaros del día en que yo conocí al Apache.

Fue en una noche de verano de 2014, mientras se disputaba el Mundial de Brasil para el que Tévez no estaba convocado. En una especie de ‘break’ antes de las vacaciones reales de verano, estábamos en Puerto Banús cenando en uno de sus restaurantesmolones. En el puerto de Marbella es tan fácil chocarte con un famoso como difícil encontrar una mesa para cenar a una hora decente. Esa noche vimos a tres jugadores del Málaga, uno de ellos argentino, disfrutando de una velada en la que pasaban completamente desapercibidos. Total, en las mesas de su alrededor cenaba gente muchísimo más adinerada e importante que ellos. No fue esto lo que nos llamó la atención. Pedimos el mejor calzone del mundo y nos pusimos manos a la obra.

De pronto, entró un tipo con andares algo macarras, como si se hubiera colado algún extraño en ese ‘lujoso’ lugar. Comenzó a saludar al jugador de Málaga argentino que cenaba plácidamente, sin ser molestado por ningún fan. ‘Será el único que lo conoce’, pensamos. El tipo malote fue adentrándose por el pasillo del restaurante. Tras él, una comparsa enorme de gente ¿disfrazada? con camisas florales, como si hubieran confundido Marbella con Hawaii.

El tipo macarra al que nadie reconoció era él, el Apache Tévez, y la comparsa disfrazada eran su familia y amigos. Nos dimos cuenta cuando pasaron por nuestra mesa, que pillaba de camino al sitio que habían reservado en la planta de arriba de ese mismo restaurante. El Apache Tévez, repetimos una y otra vez. Como si hubiera pasado por delante una estrella fugaz. De hecho, él era una estrella, y su paso por nuestra mesa había sido todo lo fugaz que le permitía su paso firme pero arqueado.

Nos callamos y continuamos cenando sin más, como si su estancia allí fuera un secreto. Nadie más lo había visto. De qué sirve ser jugador de la mejor liga de fútbol del mundo si no te otorgan el honor de ser anónimo por un momento.

ireneyustres

Periodista

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