8A_0011Viví al lado de este edificio durante la temporada 2010/2011 -sí, mido mi vida en temporadas, no en años-, durante los meses que duró mi Erasmus en Lisboa. Siempre me fascinó esa forma que tienen los artistas urbanos de alegrar aquello que es triste por naturaleza, como es el caso de este edificio en ruinas. Aunque no es la mejor obra de la capital portuguesa, este proyecto de nube de escombros aparecía cada mañana cuando salía de casa, con su señal de ATENCIÓN y su señal de PELIGRO DE DERRUMBAMIENTO adosadas al costado.

Es costumbre portuguesa dar los buenos días y no un simple ‘hola’, como decimos en España. A esto me costó unas semanas acostumbrarme; no entendía por qué la gente me comenzaba a mirar mal al espetar lo que yo interpretaba como el ‘olá!’ de cortesía. Para ellos no era en absoluto cortés, como si no les deseara un buen día.

Pues bien, ese ‘atención, peligro de derrumbe’ era mi ‘bon día’ de cada día. Al comienzo extrañaba, luego asustaba, después casi aliviaba, pero sobre todo animaba. Entendí que puedes estar feo pero parecer bonito, que puedes estar a punto de derrumbarte y amanecer de nuevo a la mañana siguiente y, lo que es más importante, que cada día es un buen día.

 

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